"A las plantas las endereza el cultivo; a los hombres, la educación". Barthélemy.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Alí Babá y los cuarenta ladrones



En un lejano país de oriente, vivía un joven de nombre Alí Babá que era muy humilde. Tenía un hermano, llamado Qasim, muy rico y ambicioso.
 Alí se dedicaba a recoger leña del campo para venderla en la ciudad, y con el poco dinero que recogía, sostenía a su esposa.
 Un día que se encontraba trabajando, cuando se disponía a regresar a su casa, el joven Alí escuchó el sonido de muchos caballos que se dirigían hacia él. Asustado decidió esconderse tras un árbol desde donde pudo ver quién se acercaba: eran 40 hombres montados a caballo.
 Uno de ellos, que parecía el jefe, bajó del caballo, se colocó frente a una roca y, tras mirar a todas partes, dijo:
 - ¡Abrete Sésamo!
 Inmediatamente una gran roca se movió dejando al descubierto una cueva. Los jinetes bajaron gran cantidad de bultos que depositaron en la cueva y, tras pronunciar las palabras:
 - ¡Ciérrate Sésamo!,
 Para que la roca se cerrara, volvieron a montar en sus caballos y se marcharon por el bosque.
 Alí Babá, asombrado y lleno de curiosidad, tras esperar un largo rato para no verse sorprendido por los jinetes, si volvían, descendió, se colocó ante la entrada de la cueva y dijo:
 -¡ Abrete Sésamo!
 De nuevo la roca se movió y Alí entró en la cueva. En su interior había gran cantidad de tesoros, joyas, monedas de oro y perlas. Maravillado con lo que estaba viendo, decidió tomar un saco y llenarlo con joyas y monedas de oro. Luego cerró la cueva y esperó hasta que fuera de noche para viajar al pueblo. Una vez allí, le contó a su mujer lo sucedido.
 La mujer le pidió a la esposa de Qasim una balanza para poder pesar los tesoros que su marido había conseguido. Llena de curiosidad por saber qué pesaría el hermano de su esposo, la esposa de Qasim untó la balanza con cera. Cuando le fue devuelta la balanza descubrió rastros de oro así que, inmediatamente se lo contó a Elí que, lleno de avaricia, exigió a su hermano que le explicara de dónde había sacado el oro. Alí le contó la historia de la cueva por lo que Qasim decidió ir para aumentar sus riquezas, sin el conocimiento de su hermano.
 Al llegar al lugar, pronunció las palabras mágicas:
 - ¡ Abrete Sésamo!
 Inmediatamente las puertas se abrieron y Qarim comenzó a llenar sacos y más sacos de las joyas y tesoros que había encontrado, pero con tan mala suerte que los ladrones regresaron y vieron la cueva abierta. Intentó esconderse pero fue inútil y los bandidos, al encontrarlo, lo golpearon hasta matarlo.
 La esposa de Qarin, al ver que no regresaba, dijo a  Alí Babá que su hermano había desaparecido, este fue a la cueva, descubrió su cuerpo sin vida de Qarim y lo llevó a su casa.
 Alí intuyó que los ladrones, al no encontrar el cuerpo en la cueva, sabrían que otra persona había entrado y buscarían por todos lados, así que ideó un plan para poder esconderse:
 Primeramente, la mujer de Qarim debía decir que su esposo había tenido una muerte natural; en segundo lugar él y su esposa se irían a vivir a la casa de su hermano y comenzaría a administrar sus  riquezas. Y así lo hicieron.
 Los ladrones descubrieron que el cuerpo del intruso había desaparecido y buscaron a quien se lo había llevado. Localizaron dónde vivía Qarim e incluso uno de ellos llegó a casa de Alí y vio en la entrada uno de los jarrones que había en la cueva, entonces fue corriendo a informar a su jefe que decidió vengarse.
 Se disfrazó de mercader y los 39 hombres restantes se escondieron en grandes orzas de aceite, llegaron donde vivía Alí, el mercader pidió posada y las orzas fueron guardadas en un patio interior.
 Pero uno de los sirvientes de Alí necesitó aceite para preparar la comida y fue a donde estaban las orzas para coger un poco; allí, cuando estaba a punto de abrir una de ellas, escuchó que en interior decía alguien:
 - Debemos esperar la señal del jefe para salir
 Sorprendido, decidió actuar rápidamente, calentó grandes cantidades de agua y cuando estaba hirviendo, con ayuda de otro sirviente, la echó en el interior de las orzas y murieron todos los ladrones que había en ellas.
 Entretanto el jefe de la banda compartía cena con Alí, su esposa y su cuñada, a media noche bajó a dar orden a sus hombres pero, al no responder nadie, abrió las orzas y se encontró que habían muerto. Al darse cuenta de que había sido descubierto intentó huir, pero el sirviente se dio cuenta y no se lo permitió.
 Contó lo sucedido a Alí y este, complacido por su forma de actuar lo premió con una bolsa de oro y la mano de su hija.
Esta historia tiene sus raíces en una saga sudanesa del rey Alí Babá de la tribu Bija.
El rey rehusaba pagar impuestos a Al-Mutawakkil, el décimo califa abbasí de Bagdad. El rey rebelde selló todas las minas de oro de las montañas y detenía a todos los funcionarios que iban a la zona del mar Rojo. Bagdad envió su ejército para mantener el poder sobre el vital mercado del oro del mundo islámico (se creía que Sudán proveía más del 60% del oro abbasí en la época previa a las Cruzadas) y en cinco años logró aplastar la rebelión. Alí Babá, llevado a Bagdad, entregó todo el oro escondido por sus hombres al califa. Una exhibición pública del enorme tesoro y del derrotado rey se llevó a cabo en todas las ciudades importantes en el camino a la capital Samarra, creando la leyenda de las cuevas y los ladrones. Al final, a Alí Babá le fue concedida la amnistía y a su regreso dio oro a todos los necesitados de las principales ciudades de su camino como gesto de buena voluntad con los musulmanes contra los que luchó.
De La wikipedia
Podríamos ambientarnos con la música de Johann Strauss hijo, para ser más precisa, me refiero a su “Marcha egipcia” (op.335) que tiene tintes orientales y que le fue encargada para la inauguración del Canal de Suez, que se celebró el 17 de noviembre de 1869 con una ceremonia en Port Said. El compositor la dirigió por primera vez en “Vauxhall Pavilion” 6 de julio del mismo año.
En el vídeo podemos ver algunas postales de Egipto.

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