"A las plantas las endereza el cultivo; a los hombres, la educación". Barthélemy.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Aladino o la lámpara maravillosa

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En un lejano país de Oriente, vivía, en la más absoluta pobreza, un joven llamado Aladino. Sus padres habían muerto y él pasaba todo el día en la calle intentando trabajar para poder comer.0     
Un buen día, un desconocido le ofreció algunas monedas por acompañarlo. El joven aceptó con mucho gusto.     
Pasearon por la ciudad y después salieron al campo. Una vez allí, el hombre encendió una hoguera y pronunció unas palabras mágicas. Al instante, la tierra se abrió y, ante los ojos asombrados de Aladino, apareció una cueva de gran profundidad.     
- Baja y tráeme una lámpara vieja y sucia que encontrarás ahí abajo. No toques nada o te arrepentirás – dijo el hombre.     
- ¿No me pasará nada? – preguntó Aladino.     
- Toma, este anillo te protegerá contra todo mal.     
El joven bajó y se quedó maravillado de las riquezas que encerraba aquel misterioso lugar. Cogió la lámpara y volvió a la entrada de la cueva.2q9dfn7     
- Deme la mano – dijo Aladino.     
- Dame tú antes la lámpara     
- No. Primero deme la mano.     
Entonces el desconocido se enojó muchísimo, pronunció de nuevo las palabras mágicas y la cueva se cerró.     
Aladino quedó atrapado dentro y empezó a temblar de miedo. En medio de la oscuridad comenzó a tocar la lámpara para ver si encontraba la forma de encenderla. De pronto, de ella salió un enorme genio, que hizo una reverencia ante el joven y le dijo:     
- Pide lo que desees y te lo concederé, mi amo y señor.     
- Por favor, sácame de aquí – pidió Aladino.     
Y, al instante, Aladino se vio libre otra vez. A continuación pidió otro deseo:     
- Me muero de hambre. ¿Podrías conseguirme algo para comer?     
Inmediatamente, los más exquisitos manjares aparecieron ante el joven, que comió todo lo que quiso. Después, Aladino pidió al genio un palacio, dinero y joyas. Sin que acabara de formular su deseo, se encontró rodeado de lujo y con más riquezas de las que nadie podía haber soñado nunca.     
Un día, cuando estaba tranquilamente mirando por una de las ventanas de su gran palacio, vio a una bellísima joven, de la que se enamoró perdidamente. Supo después  que era la hija del sultán y decidió pedir su mano.     
Aladino, seguido de una impresionante comitiva de criados cargados de valiosos regalos, se presentó ante el sultán.

     
Aladdin
- Señor, deseo casarme con vuestra hija y ruego que aceptéis estos presentes.     
El sultán aceptó que la princesa se casara con aquel joven tan generoso y tan rico y las bodas se celebraron a los pocos días. Los esposos estaban felices.     
Pero la felicidad de Aladino llegó a oídos de aquel desconocido que, hacía tiempo ya, le había llevado a la cueva donde se encontraba la lámpara maravillosa.     
- ¡No murió! – exclamó indignado –. ¡Y es inmensamente rico y poderoso!.aladinot     
Entonces decidió apoderarse de la lámpara a toda costa. Para ello se hizo pasar por un mercader que cambiaba lámparas nuevas por lámparas antiguas. Una  de Aladino, intentando favorecer a su amo, aceptó la oferta del mercader.     
La lámpara maravillosa cayó en manos de aquel hombre malvado, quien la frotó y pidió a continuación un deseo:     
- Traslada este palacio lejos de aquí y a mi con él.     
El genio obedeció a su nuevo amo y, cuando Aladino llegó a su casa, vio que ésta había desaparecido, al igual que su amada esposa.     
Lleno de tristeza y muy nervioso, el joven comenzó a girar sobre su dedo el anillo que le dio aquel desconocido antes de bajar a la cueva. aladin1 En el acto apareció un pequeño genio, que se puso a su servicio.     
- Llévame a donde esté mi esposa – pidió Aladino.     
Y dicho y hecho. En unos segundos se encontró en su palacio junto a su mujer.     
El joven luchó valientemente contra aquel hombre perverso que le había arrebatado su felicidad. Consiguió atarlo de pies y manos y después ordenó al geniecillo:     
- Haz que volvamos a nuestro país.     
En un santiamén, el palacio y sus ocupantes fueron devueltos al lugar del que habían sido trasladados. La princesa, emocionada, abrazó a su padre. Mientras tanto, Aladino ordenó a uno de sus genios:     
- Conduce a este malvado a un país del que no pueda volver jamás.     
Su deseo se cumplió inmediatamente. Aladino y su esposa vivieron, a partir de entonces, muy felices con la ayuda de sus dos genios protectores.

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